Entre el mar y las estribaciones de la cordillera, en una de las regiones más desérticas del planeta, sobre los ardientes suelos de las pampas peruanas -Palpa, Ingenio, Nasca, Socos y Jumana- encontramos miles de geoglifos realizados hace más de 2.000 años.

La civilización Nazca floreció al sur de Perú entre el 200 a.C. y 600 d.C. y entre sus legados más famosos están los geoglifos y líneas, a veces conocidas como líneas de Nazca, a lo largo de la costa oriental de Perú y norte de Chile. Los diseños son dibujos estilizados de animales, plantas y humanos o simples líneas que conectan sitios sagrados o manantiales de agua.

La superficie de las pampas está cubierta por gravas que contienen óxidos ferrosos, la intemperie les ha dado un color oscuro que contrasta con las capas inferiores cuando son removidas. Así, los trazos -surcos- de los geoglifos han quedado más claros; en otros casos los dibujos se realizaron retirando piedras y arena, otorgando relieve a la representación.

La lluvia es prácticamente desconocida, si bien la zona es ventosa, el movimiento del aire disminuye a pocos centímetros del suelo debido al color oscuro de las piedras de superficie, que cumplen la función de un colchón de aire caliente. La profundidad de las líneas no excede los 30 cm, en algunos casos son simples rasguños de la superficie, pero aún así pueden ser reconocidas cuando el sol está bajo y el relieve se acentúa.

El conjunto cubre un área de unos 600 km2, con más de 300 figuras y miles de líneas rectas, aunque el inventario se agranda continuamente con nuevos hallazgos. Las figuras repiten representaciones utilizadas en la decoración de la cerámica, las líneas que las entrecruzan alcanzan kilómetros de longitud, forman laberintos y hacen difícil conocer el número total.

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